Reseña de Javier Rebollo sobre el sonido en el cine.

Sonoros saludos a tod@s!!!

«… si no vemos una imagen pero la oímos nos evocará, la mayoría de la veces, esa imagen, pero si vemos una imagen, y, además la oímos, la veremos “mejor” porque el sonido ayuda a la imagen dándole densidad y relieve.»

Este fragmento a modo de reflexión que realizó el Director cinematográfico Javier Rebollo dentro del marco de una entrevista para una publicación literaria, sintetiza y resume el poder del lenguaje del sonido en el cine. Un poder narrativo, primero sirviendo, luego complementándola y finalmente potenciandola, obteniendo como resultado una perfecta simbiosis entre la imagen y el sonido.

A continuación, creo muy interesante trasladaos la respuesta completa de Javier Rebollo, donde da unas pinceladas sobre su filosofía a la hora de tratar la creación del mundo sonoro en sus planteamientos cinematográficos.

El Director de cine, Javier Rebollo.

Texto íntegro:

¿Cuales fueron los títulos que marcaron tu infancia?

Soy de los que no fue al cine en salas de cine con regularidad hasta casi la adolescencia. Vivíamos en el barrio de La Elipa, donde Saura rodó “Los golfos” diez años antes; mis padres no me dejaban salir de casa, y cuando lo hacíamos juntos no era para ir al cine. Tampoco me dejaban ver cine (ni nada) por la noche por televisión. Siempre me acostaban cuando comenzaban las películas, no importaba los rombos que tuvieran. Era un piso muy pequeño y yo, desde la cama, una litera, en vez de dormir, escuchaba las películas que no podía ver. Y me sucedía entonces, sé ahora, que la sugestión de oírlas e imaginarlas desde allí era aún mayor que la de verlas. Así “vi” muchas películas. Muchos años después, cuando las “vi” por primera vez, me sucedía que la emoción al oírlas desde la cama, en parte, había desaparecido al verlas; en otros casos, ocurría al revés. Allí, en mi litera sin saberlo, aprendí mi primera lección de cine en tres capítulos: uno, el fuera de campo: aunque el espacio en off vive a través del sonido, la potencia evocadora de la película que yo oía tenía mucho que ver con el que yo estuviera en otra habitación más que con la naturaleza propia del sonido; dos, la unión- oposición entre la imagen y el sonido: una de la grandes riquezas del cine es cómo el sonido puede contradecir (o contrapuntear con sinecdoques y metonímias) a la imagen y al revés; y, tres, el realismo que aporta un sonido a una imagen: si no vemos una imagen pero la oímos nos evocará, la mayoría de la veces, esa imagen, pero si vemos una imagen, y, además la oímos, la veremos “mejor” porque el sonido ayuda a la imagen dándole densidad y relieve.
No recuerdo muchos títulos de estas películas que me marcaron sin verlas, sólo de algunas: “Esta tierra es mía” de Jean Renoir, “Psicosis” de A.Hitchcock, “Escala en Hawai” de John Ford o “Gloria incierta” de Raoul Walsh, y, por su puesto, “Curro Jiménez”, son estas películas que oí desde la litera, fascinado, asustado por si mis padres entraban y me veían despierto las que marcaron mi primera experiencia con el cine y, desde entonces, con el sonido. Atrapado como buen niño por la historia, no me interesaban los pasajes musicales, que me aburrían y aún siguen haciéndolo, y sí los diálogos, pero sobre todo el silencio y los ruidos, los ambientes que debía “rellenar” desde la litera para hacer avanzar la acción. Quizá por esa litera de la infancia, cuando ruedo siempre es el sonido el que me lleva a colocar la cámara, el qué es oye y no al revés. Por eso me gustan tanto y son también cineastas de mi infancia Tati, Bresson, Jerry Lewis, todos cineastas en los que el sonido es fundamental, y aunque hagan películas mudas Buster Keaton, Harold Lloyd y, sobre todo, Charlot.
Cuando sí podía ver la televisión era durante el día. En aquella época la programación de TVE se ajustaba, a veces, con lo que llamaban “Cine Cómico” y, por sorpresa, ponían cortometrajes de Charlot (aquellos de dos bobinas de la Keystone) que aparecían a cualquier hora (cosas del ajuste), de ahí surge mi primera fascinación por un actor y su figura. Crecí desde entonces fascinado por su cuerpo, por la música de sus imágenes, por su textura y su ritmo. Cuando de adulto he hecho he querido llevar la “musicalidad” del mudo (y no hablo de la música) a cuanto he rodado pero, sobre todo, he querido que esa otra “música” estuviera en el montaje de sonido y la mezcla.
Cuando pude salir de casa fueron las películas de Charlot las primeras películas que vi en cine de un centro cultural, con una chica (agarrado a su mano, asustado por eso, otra vez relacionando el placer con el miedo y, ahora, el deseo). Estas imágenes, Chaplin, no me ha abandonado desde entonces.

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